SOMOS LAS MUJERES EN 2019
Si hoy nadie
puede dejar de hablar de feminismo, es gracias al empuje del movimiento feminista autónomo en los
últimos años.
Este
movimiento autónomo se organizó en España en los años 70 se ha estado
coordinando a través de la Federación de
Organizaciones Feministas del Estado Español y actualmente está impulsando,
junto con muchos otros grupos, la Comisión
Feminista 8M. Este movimiento es plural y heterogéneo y sin embargo ha
sabido dotarse de una organización (compatible con la militancia política en
diferentes organizaciones de la izquierda) que tiene mucho que ver con el éxito
que estamos viviendo.
El momento
actual responde a un proceso caracterizado por partir de las prácticas
feministas desde la diversidad, no como suma de identidades particulares sino
como reflejo de cómo las mujeres estamos atravesadas por otros sistemas de
poder (clase, raza, políticas coloniales…).
Eso dibuja
un mapa de los conflictos que atraviesan nuestros cuerpos y nuestras vidas que es
muy amplio. Y esto tiene que ver con esa capacidad de las mujeres para analizar
la situación y plantear alternativas, desde una dimensión global, poniendo el
foco en las causas estructurales y en el propio sistema.
Para llegar
al éxito de las dos últimas convocatorias del 8M se ha mantenido una estrategia
que nos parece vital:
Los disensos, los desacuerdos, las
diferencias, dentro del movimiento feminista son reconocidos y respetados, como
no podía ser menos en un movimiento crítico, pero la lucha común se plantea
sobre los consensos, los acuerdos, las coincidencias. Así trabaja la Comisión 8M cuyo
trabajo va evolucionando para expresar mejor la diversidad de identidades y
planteamientos que se dan.
Dos
ejemplos:
·
En
la convocatoria de este año se ha suprimido el eje de Fronteras, planteando la perspectiva de las mujeres racializadas y de
la lucha contra el racismo como transversal.
·
Acuerdo
unánime de la Comisión Feminista 8M sobre el tema de la trata. En las
propuestas está explícitamente recogida la denuncia de la trata con fines de
explotación sexual y laboral y los problemas que está habiendo por la no
aplicación y no desarrollo de la normativa tanto española como comunitaria.
Nos parece
que esta forma de trabajar sobre los
consensos no pone límites a nada sino que plantea la necesidad de pensar
cuáles son los mejores momentos para ir avanzando en temas que son difíciles.
Hace posible que puedan coexistir diferentes posiciones que sigan debatiendo,
sin anatemas, con el objetivo de aproximar posturas, porque muchas estamos
convencidas de que esto es posible.
Queremos
destacar también cómo una de las cosas que refleja el 8M es una práctica de un
nuevo internacionalismo feminista que nos está uniendo a partir de las
convocatorias de huelga en 2016 en Argentina, y que va más allá del 8M.
El nuevo internacionalismo feminista parte
de la práctica en nuestros territorios concretos y desde ahí hace una propuesta
global de cambio de sociedad, que tiene que ver con una articulación internacional,
porque los problemas que denunciamos tienen que ver con procesos
internacionales que hacen que las políticas extractivistas con capital del
norte global ataquen los derechos de las mujeres en países del sur. El
manifiesto publicado es testimonio de esos procesos que se están dando de los
movimientos feministas en distintos países.
Tenemos el
reto de poder visibilizar ante toda la sociedad la realidad y las exigencias de
las mujeres, y de mostrar que el movimiento feminista en su pluralidad es una
fuerza que no está dispuesta a ceder nada hasta conseguir un cambio en
profundidad de esta sociedad. Nos vamos a enfrentar a las resistencias que haga
falta y lo haremos con fuerza y con una pasión que hace que seamos una
referencia.
Somos las
mujeres –brujas y curanderas, que diría Silvia Federicci– quienes desde muchos
puntos del planeta, más nos hemos resistido siempre a las imposiciones del
mercado. La economía de los cuidados que reclama el feminismo tiene que ver con
una nueva forma de producir, de entendernos, de establecer las reglas que rigen
nuestras sociedades. No sólo el beneficio económico cuenta. Cuenta la
sostenibilidad de la vida. De una vida que merezca la pena ser vivida.
Córdoba a 17
de marzo de 2019