LUCIA BERLIN (Juneau, Alaska, 1936-
Los
Ángeles 2004)
Según su admirada amiga Lydia Davis “Había
vivido en tantos sitios y hecho tantas cosas, cientos, miles de cosas distintas
y no especialmente agradables, que la sensación es que había vivido más de una
vida”.
Lucia
Browm era hija de un ingeniero de minas por lo que, aunque había nacido en
Alaska, pasó su infancia en casi todas partes, en los yacimientos a los que era
trasladado su padre, yacimientos en Idaho, Kentucky y Montana. Luego su padre
se fue a la guerra en 1941 y ella, su hermana y su madre, se instalaron en casa
de sus abuelos maternos, en El Paso, Texas. Cuando la guerra terminó, la
familia se mudó a Santiago de Chile, de ahí su dominio del español.
Empezó
a publicar sus cuentos en The Noble Savage, del escritor Saul Bellow, en la
década de los 60. Por entonces ya se había casado más de una vez (a los 19 lo
hizo con un escultor, con quien tuvo dos hijos; a los 22, con un músico de
jazz, y más tarde con otro músico de jazz amigo del primero, Buddy Berlin con
quien tuvo a sus otros dos hijos, todos varones.
En
España la editorial Alfaguara ha publicado dos recopilaciones:
Manual para mujeres de la limpieza en 2016 y Una noche en el paraíso en 2018.
Lucia Berlin impresiona, primero,
como mujer: Valiente, Libre y Autónoma. Que toma sus decisiones y asume las consecuencias sin
quejas ni victimizaciones.
Después, por su fascinación por
contar que, dadas
sus particulares condiciones familiares, por supuesto no deriva de lecturas
amorosas de sus mayores al ir a dormir, sino de la temprana atracción por la
lectura y los libros que menciona frecuentemente en sus relatos.
A continuación por su ambición
literaria,(
Lucia “adoraba” a. Murakami,
a Lydia Davis, a Chéjov)
La autora explica sobre su proceso de
escritura que partía de algo tan simple como la línea de una mandíbula, o una
mimosa amarilla. Pero la imagen debía conectar "con una experiencia
intensa concreta". También decía que, en todo buen relato, debía
producirse, "una mínima alteración de la realidad. Una transformación, no
una distorsión de la verdad", porque "lo que nos emociona no es
identificarnos con una situación, sino reconocer esa verdad".
En el estilo literario de Lucia Berlin
está el esfuerzo por escribir sin rodeos, con franqueza, con el desapego
clínico del médico, combinado con la compasión. Destaca el uso que hace del detalle específico y su economía:
"No se escriben palabras de más"; y su capacidad de observación
"experimentamos cada uno de sus relatos no solo con el intelecto y el
corazón sino también a través de los sentidos" ( Lydia Davis).
Sus historias son francamente duras. Es
realismo sucio, sí, y aun siendo a ratos incluso más doloroso que el de Raimond
Carver, es un realismo sucio vivaz.
Ella misma expresó lo que Carver y ella
compartían: "Nuestros estilos vienen de nuestros orígenes, que son
similares en cierto sentido. No muestres tus sentimientos. No llores. No dejes
que nadie te conozca... El control exquisito".
Pero
sobre esos aprendizajes se sobrepone el enorme corazón, la capacidad de amar y
la honestidad de Lucia, y por supuesto también su sentido del humor:
Emerson lo explica así: "Si un
rasgo caracteriza su obra, es la alegría. Cuando la ficción en prosa es tan
expansiva como la de Lucia, se convierte en una celebración del mundo". Y
podría decirse, una celebración del mundo pese a todo.
En el
relato Silencio, en mi opinión uno de
los más impactantes, la narradora explica: “no me importa contar cosas
terribles si consigo hacerlas divertidas”.
Nos impresiona finalmente por su
honestidad: sin
autocomplacencia, ni se juzga ni juzga a los demás, su voz narrativa está llena
de compasión.