VIVIAN GORNICK: “El
trabajo es más importante que el amor”
Vivian
Gornick (Nueva York, 1935), es hoy una voz capital del feminista que practicó,
como periodista, desde 1969 en el The Village Voice. Como autora es impactante
por su honestidad. Recomendamos sus dos libros de memorias:
Apegos feroces (1986) y La mujer singular y la ciudad
(2015), publicadas en español por la Editorial Sexto Piso
La propia
autora se refiere a ellos como… “Son libros de memorias, no panfletos, pero Apegos feroces entró de pleno en la
segunda oleada de feminismo de los años 80 y encajó con la historia de una
mujer que no puede abandonar a su madre porque, en el fondo, se ha convertido
en ella; es la lucha por recuperar la propia vida; y esa lucha continúa, no
está muy lejos de hoy; uno se ha de ganar su propia vida, se la ha de merecer”.
Sabe de qué habla: hija de inmigrantes ucranianos enclavados en pleno Bronx,
Vivian se mueve entre una madre que está en depresivo duelo eterno por la
muerte de su esposo (la escritora tenía 13 años) y la vecina Nettie, pelirroja
dueña total de su vida (y de su sexo).
“En La mujer singular y la ciudad contribuyo
a aquella tradición literaria con una voz femenina que no estaba, esa es mi
mujer divorciada y feminista que camina por la ciudad, han pasado 25 años, esa
mujer no se siente mejor, sigue siendo una desconocida en su propia piel, pero
ha encontrado la ciudad que la reconforta… Es el aislamiento del ser humano
dentro de una multitud, pero la necesidad a la vez de pertenecer a ella...”.
En entrevistas
recientes ha manifestado que la sensación que tiene a sus 83 años es que, en
relación al papel de la mujer, “se ha avanzado poco y eso explica el tono que
ha adquirido la campaña Me Too: las jóvenes de entre 30 y 40 años han salido a
buscar sangre, quieren decapitar a todos los hombres que encuentran; hay ira,
rabia; en mi época no nos sentíamos tanto así; quieren sangre y eso es fruto del progreso insuficiente en este
ámbito; pero es esa rabia lo que ha
provocado que nunca el movimiento haya estado tan cohesionado como ahora”.
Tampoco es
fácil de resolver esa búsqueda de la igualdad: “De todas las dicotomías de la
Humanidad, incluida la de negros y blancos, la división más grave es entre
hombres y mujeres, entre otras razones porque nos metemos en la cama con los
enemigos; estamos demasiado interconectados, las intimidades complican la
resolución”. Pero admite también, ante la eclosión de casos de abusos sexuales
denunciados desde todos los ámbitos, empezando por Hollywood: “Yo fui la
primera sorprendida, creía que lo de los depredadores sexuales se había ido
dejando atrás… Es una prueba más de que el cambio social es, y será, muy
lento”.
En la obra
de Gornick se desprende también que la idea del amor tiene algo que ver en el
proceso de supeditación de la mujer. “Ah, el amor, el amor…”, suspira
sardónicamente. “Mi madre decía que el amor era lo más importante en la vida de
una mujer; yo crecí con esa premisa de que el amor redime, que completa la vida
de una fémina..., cuando en realidad ese mensaje del amor encarcela tu mente,
el espíritu y hasta las ganas de trabajar: es un enemigo económico de las
trabajadoras”. Y apuntilla: “Una de las premisas de la cultura feminista es que
no puedes basar tu identidad en el amor; Freud decía que la vida es trabajo y
después, amor... en ese orden; las mujeres hemos de tener nuestra propia
experiencia y primero es esa experiencia y luego, la del amor; te ayuda a tener
una vida completa, pero el amor no eres tú”. En ese sentido se ha de traducir su frase “el trabajo es más importante
que el amor”.