lunes, 1 de abril de 2019

Tras leer la entrevista a Justa Montero publicada en EL SALTO el 3 de marzo, y ante las coincidencias en el análisis y la valoración del feminismo que hacemos hoy desde Yerbabuena, Mabel Liquiñano nos invita a compartir estas reflexiones que merece la pena leer.














SOMOS LAS MUJERES EN 2019
Si hoy nadie puede dejar de hablar de feminismo, es gracias al empuje del movimiento feminista autónomo en los últimos años.
Este movimiento autónomo se organizó en España en los años 70 se ha estado coordinando a través de la Federación de Organizaciones Feministas del Estado Español y actualmente está impulsando, junto con muchos otros grupos, la Comisión Feminista 8M. Este movimiento es plural y heterogéneo y sin embargo ha sabido dotarse de una organización (compatible con la militancia política en diferentes organizaciones de la izquierda) que tiene mucho que ver con el éxito que estamos viviendo.
El momento actual responde a un proceso caracterizado por partir de las prácticas feministas desde la diversidad, no como suma de identidades particulares sino como reflejo de cómo las mujeres estamos atravesadas por otros sistemas de poder (clase, raza, políticas coloniales…).
Eso dibuja un mapa de los conflictos que atraviesan nuestros cuerpos y nuestras vidas que es muy amplio. Y esto tiene que ver con esa capacidad de las mujeres para analizar la situación y plantear alternativas, desde una dimensión global, poniendo el foco en las causas estructurales y en el propio sistema.
Para llegar al éxito de las dos últimas convocatorias del 8M se ha mantenido una estrategia que nos parece vital:
Los disensos, los desacuerdos, las diferencias, dentro del movimiento feminista son reconocidos y respetados, como no podía ser menos en un movimiento crítico, pero la lucha común se plantea sobre los consensos, los acuerdos, las coincidencias. Así trabaja la Comisión 8M cuyo trabajo va evolucionando para expresar mejor la diversidad de identidades y planteamientos que se dan.
Dos ejemplos:
·        En la convocatoria de este año se ha suprimido el eje de Fronteras, planteando   la perspectiva de las mujeres racializadas y de la lucha contra el racismo como transversal.
·        Acuerdo unánime de la Comisión Feminista 8M sobre el tema de la trata. En las propuestas está explícitamente recogida la denuncia de la trata con fines de explotación sexual y laboral y los problemas que está habiendo por la no aplicación y no desarrollo de la normativa tanto española como comunitaria.

Nos parece que esta forma de trabajar sobre los consensos no pone límites a nada sino que plantea la necesidad de pensar cuáles son los mejores momentos para ir avanzando en temas que son difíciles. Hace posible que puedan coexistir diferentes posiciones que sigan debatiendo, sin anatemas, con el objetivo de aproximar posturas, porque muchas estamos convencidas de que esto es posible.
Queremos destacar también cómo una de las cosas que refleja el 8M es una práctica de un nuevo internacionalismo feminista que nos está uniendo a partir de las convocatorias de huelga en 2016 en Argentina, y que va más allá del 8M.

El nuevo internacionalismo feminista parte de la práctica en nuestros territorios concretos y desde ahí hace una propuesta global de cambio de sociedad, que tiene que ver con una articulación internacional, porque los problemas que denunciamos tienen que ver con procesos internacionales que hacen que las políticas extractivistas con capital del norte global ataquen los derechos de las mujeres en países del sur. El manifiesto publicado es testimonio de esos procesos que se están dando de los movimientos feministas en distintos países.
Tenemos el reto de poder visibilizar ante toda la sociedad la realidad y las exigencias de las mujeres, y de mostrar que el movimiento feminista en su pluralidad es una fuerza que no está dispuesta a ceder nada hasta conseguir un cambio en profundidad de esta sociedad. Nos vamos a enfrentar a las resistencias que haga falta y lo haremos con fuerza y con una pasión que hace que seamos una referencia. 

Somos las mujeres –brujas y curanderas, que diría Silvia Federicci– quienes desde muchos puntos del planeta, más nos hemos resistido siempre a las imposiciones del mercado. La economía de los cuidados que reclama el feminismo tiene que ver con una nueva forma de producir, de entendernos, de establecer las reglas que rigen nuestras sociedades. No sólo el beneficio económico cuenta. Cuenta la sostenibilidad de la vida. De una vida que merezca la pena ser vivida.


Córdoba a 17 de marzo de 2019