jueves, 11 de abril de 2019




LUCIA BERLIN (Juneau, Alaska, 1936- Los Ángeles 2004)
Según su admirada amiga Lydia Davis “Había vivido en tantos sitios y hecho tantas cosas, cientos, miles de cosas distintas y no especialmente agradables, que la sensación es que había vivido más de una vida”.
Lucia Browm era hija de un ingeniero de minas por lo que, aunque había nacido en Alaska, pasó su infancia en casi todas partes, en los yacimientos a los que era trasladado su padre, yacimientos en Idaho, Kentucky y Montana. Luego su padre se fue a la guerra en 1941 y ella, su hermana y su madre, se instalaron en casa de sus abuelos maternos, en El Paso, Texas. Cuando la guerra terminó, la familia se mudó a Santiago de Chile, de ahí su dominio del español.
Empezó a publicar sus cuentos en The Noble Savage, del escritor Saul Bellow, en la década de los 60. Por entonces ya se había casado más de una vez (a los 19 lo hizo con un escultor, con quien tuvo dos hijos; a los 22, con un músico de jazz, y más tarde con otro músico de jazz amigo del primero, Buddy Berlin con quien tuvo a sus otros dos hijos, todos varones.
En España la editorial Alfaguara ha publicado dos recopilaciones:

Manual para mujeres de la limpieza en 2016 y Una noche en el paraíso en 2018.

Lucia Berlin impresiona, primero, como mujer: Valiente, Libre y Autónoma. Que toma sus decisiones y asume las consecuencias sin quejas ni victimizaciones.
Después, por su fascinación por contar que, dadas sus particulares condiciones familiares, por supuesto no deriva de lecturas amorosas de sus mayores al ir a dormir, sino de la temprana atracción por la lectura y los libros que menciona frecuentemente en sus relatos.
A continuación por su ambición literaria,( Lucia “adoraba” a. Murakami, a Lydia Davis, a Chéjov)
La autora explica sobre su proceso de escritura que partía de algo tan simple como la línea de una mandíbula, o una mimosa amarilla. Pero la imagen debía conectar "con una experiencia intensa concreta". También decía que, en todo buen relato, debía producirse, "una mínima alteración de la realidad. Una transformación, no una distorsión de la verdad", porque "lo que nos emociona no es identificarnos con una situación, sino reconocer esa verdad".
En el estilo literario de Lucia Berlin está el esfuerzo por escribir sin rodeos, con franqueza, con el desapego clínico del médico, combinado con la compasión. Destaca el uso que  hace del detalle específico y su economía: "No se escriben palabras de más"; y su capacidad de observación "experimentamos cada uno de sus relatos no solo con el intelecto y el corazón sino también a través de los sentidos" ( Lydia Davis).
Sus historias son francamente duras. Es realismo sucio, sí, y aun siendo a ratos incluso más doloroso que el de Raimond Carver, es un realismo sucio vivaz.
Ella misma expresó lo que Carver y ella compartían: "Nuestros estilos vienen de nuestros orígenes, que son similares en cierto sentido. No muestres tus sentimientos. No llores. No dejes que nadie te conozca... El control exquisito".

Pero sobre esos aprendizajes se sobrepone el enorme corazón, la capacidad de amar y la honestidad de Lucia, y por supuesto también su sentido del humor:

Emerson lo explica así: "Si un rasgo caracteriza su obra, es la alegría. Cuando la ficción en prosa es tan expansiva como la de Lucia, se convierte en una celebración del mundo". Y podría decirse, una celebración del mundo pese a todo.
En el relato Silencio, en mi opinión uno de los más impactantes, la narradora explica: “no me importa contar cosas terribles si consigo hacerlas divertidas”.
Nos impresiona finalmente por su honestidad: sin autocomplacencia, ni se juzga ni juzga a los demás, su voz narrativa está llena de compasión.